La historia China se mezcla con mitos y leyendas,
pero no hay un mito y una doctrina principal religiosa. Los milenios
transcurridos no borran las historias fantásticas y mágicas que conviven
con sus filosofías también.
Básicamente en China se conforman dos corrientes: el Taoísmo y el Confucionismo.
El Taoísimo
aporta la observación de la naturaleza y de lo intuitivo, la conexión
con el destino y con los espíritus y mundos paralelos. El Confucionismo las reglas morales, sociales, etc. A éstas se les une a partir del seglo primero de nuestra era aprox. el Budismo.
Lo
que conocemos como Feng Shui es el fruto del encuentro de estas
corrientes, con las observaciones del Tibet pre-budista, de donde surge
la escuela de las Formas de Feng Shui que es más antigua en sus raíces.
Estas
miradas absolutamente prácticas, morales y con toques religiosos,
expresan en forma cultural en lo que se refiere al hábitat, la ubicación
del hombre en la tierra, teniendo en cuenta que se consideraba que el
hombre era una expresión del Universo, su hábitat una expresión de
ambos, y ambos del Tao.
El Tao al ser una senda o un camino, era,
además, el movimiento y la quietud, lo completo, lo inasible, lo
invariable en su última expresión, aunque variable en su expresión
sensible en movimiento constante, entre el Yin y el Yang. Estos no son
dos situaciones sino dos movimientos o tendencias de lo uno hacia el
otro.
Es de desear que nuestro hogar sea un reflejo del Tao, y así nos reflejemos en él y veamos el Tao.
"El
influjo del cielo, ejerciéndose continuamente, produce todos los seres,
el influjo del hombre verdadero, propagándose uniformemente, hace que
todo se le someta. El que intuye el influjo del cielo, que estña en
relaciòn con los hombres verdaderos. El que reconoce la virtud irradiada
por el emperador, sabe concentrarse en la paz meditativa del no actuar,
por el cual todas las cosas alcanzan el cumplimiento. La paz meditativa
del hombre verdadero no es producto de una habilidad específica, no es
lo que el mundo llama actividad. Proviene de la actitud profunda de su
ser, cuyo equilibrio nadie puede perturbar.
Cuando
el agua está perfectamente tranquila yace límpida y refleja hasta los
pelos de la barba de las cejas de quien se mira en ella. No hay nada que
busque más el equilibrio y el reposo que el agua, y por eso es con agua
con lo que se mide el nivel. El agua obtiene de la inmovilidad su
nitidez, y así también lo hace el espíritu vital. El corazón del hombre
verdadero, perfectamente calmo, espeja el universo que a su vez refleja
al cielo y a la tierra y a todos los seres".
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